“El mayor gesto de insurgencia es construir tu propio lenguaje” Juan Mayorga
Impresiona tener delante de uno a alguien con el curriculum de Juan Mayorga. Y tú, frente a él en un pregunta-respuesta… eso es atrevimiento. Porque sin duda el dramaturgo, principalmente dramaturgo, es quizá una de las cabezas más preclaras no solo de nuestro teatro, sino de toda nuestra cultura. Cuestiona, critica, aporta ideas, relaciona, reflexiona… un titular en cada frase. Y todo por descubrir la naturaleza humana, sus porqués. Su discurso es tan lógico, tan abierto y consecuente como pasmosa su naturalidad. Y así es su teatro, es su reflejo. Parecía algo natural en su proceso acercarse a un personaje tan complejo, rico y diverso como Teresa de Jesús, y lo hace de una forma más directa si cabe, porque con este texto y espectáculo, La lengua en pedazos, ha decidido dar el salto a la dirección. Una pelea dialéctica entre Teresa de Jesús y su guardián y censor, a los que dan vida sobre el escenario Clara Sanchís y Pedro Miguel Martínez.
¿Qué fue lo que te llevó a dirigir ahora y con este proyecto?
Tenía ganas hace tiempo de encerrarme con actores y trabajar sobre un texto mío, explorar y reescribir a pie de escena. Le pedí a Javier G. Yagüe un espacio y me cedió la sala de ensayos de Cuarta Pared. La idea era encontrarme con algunos actores más o menos afines o con estudiantes de interpretación y mostrar un trabajo a amigos y parientes unos meses después. Sucede que entre tanto me encontré con Clara Sanchis haciendo Mísero Prospero…, le puse una versión muy anterior de La lengua en pedazos en sus manos y de un modo natural decidimos la propuesta. Ella fue mi imagen. Y el deseo de trabajar como director, de trabajar a pie de obra fue madurando en los últimos tiempos. Pero no me extraña el mundo de la sala de ensayo. Como autor he estado al lado de directores. Lo que faltaba era esa responsabilidad. El salto de hacer una sugerencia al oído del director a hacerlo yo mismo.
¿Y cómo afrontas este montaje, te has reconocido con algún referente?
Nadie concreto. He tenido la suerte de acompañar a muchos directores y aprender mucho. Soy afín a directores que ven en el teatro el reino de la imaginación. Este es un montaje deliberadamente no historicista, donde hemos huido de los vestuarios y las escenografías de la época. Y en el que es muy importante que el espectador nos acompañe. Pero para que eso ocurra el actor debe ser especialmente elocuente.
Pero has pretendido dar otra imagen de Santa Teresa…
No se parece en nada a la Teresa histórica ni a la Teresa que ha sido acuñada a partir de la Historia del Arte e incluso la conocida por el cine o una serie de televisión. Y mucho menos tal y como la hemos vestido. De algún modo se pretendía que el espectador sintiese una sombra de Santa Teresa de Jesús. Pero soy muy fiel a Teresa, de un modo u otro todo aparece en su Libro de la Vida.
¿Qué te ha atrapado de Santa Teresa?
Primero su lenguaje; luego su personaje, su carácter desobediente… Y eso es algo muy interesante hoy en día. A veces se dice que estamos aborregados. Que consumimos muchas cosas que no necesitamos. Pero creo que eso no es lo más importante. Lo que importa es que hablamos de cosas que no nos importan con palabras que no son nuestras. O sea que creo que el mayor gesto de docilidad es aceptar acríticamente el lenguaje de los otros. Y el mayor gesto de insurgencia es construir tu propio lenguaje. Y Teresa construye el suyo propio. Y de algún modo la obra habla de esto, de cómo alguien a través de la lengua crea su mundo. Ella es radicalmente desobediente, tiene un proyecto en marcha, una voluntad muy firme pese a su mucha fragilidad. Y luego por otro lado creo que es interesante por lo que tiene de intempestivo, por lo que tiene de inactual. Uno de los campos que me ha permitido explorar este proyecto es el mundo de la creencia, de la fe. Vivimos en tiempos descreídos. No solo en credos religiosos, sino en ideas, en principios, en valores. Y en este sentido, ella explora su fe al mismo tiempo atravesada por dudas. Pero es una fe fortísima capaz de convertirse en acción, en sacrificio, y esto resulta interesante por lo inactual.
¿Reivindicación del personaje?
El primer impulso es mucho más sencillo. Yo empiezo a leer El libro de la Vida y digo: esta palabra podría ser una enorme obra pronunciada. Lo importante y propio de la palabra teatral es ese carácter dual que tiene, es texto pero pronunciada llega a través de la escucha. Luego vino el progresivo conocimiento del personaje. Mi distancia y al mismo tiempo mi interés por él. Y después, según va madurando, te vas dando cuenta de que hay otros aspectos que a uno le importan. Interés de explorar el mundo de la creencia, de la fe. No sé si mueve montañas pero sí que mueve a la gente. También es cierto que de algún modo hay un objetivo político, y era el de unir a Teresa a mi tradición. Habitualmente se ha apropiado de ella un tipo de gente en clave radicalmente conservadora. Y no desanimo a estos espectadores a que asistan, se van a ver interrogados con expresiones que no son mías sino de la propia Teresa. Pero también va a haber otros temas, como por ejemplo su reivindicación del lugar de la mujer en la iglesia y fuera de ella, que a más de uno le chocará.
Es un personaje complejo…
Por supuesto, y es por eso que de él beben muchos. Bergamín, en su exilio uruguayo, hacia leer a Teresa. O en la Italia de los 70 y 80 el movimiento feminista leía a Teresa y se interesan por ella. Con esto no quiero decir que sea una izquierdista o una feminista. Precisamente yo quiero intentar huir de ese tipo de etiquetados. Teresa es mucho más compleja y es lo que buscamos. Tendemos a la simplificación de cualquier personaje histórico y este es probablemente un caso de libro. Nuestro objetivo no es pedagógico. Lo que queremos es construir una experiencia poética y teatral intensa.
Y para esto creáis ahora compañía, ¿no es también una subversión?
Nosotros nos decidimos a actuar, no a estar lamentándonos, y no ponernos en posición de artistas víctimas. Es cierto que esto nace con un presupuesto cero, no teníamos nada más allá de nuestra voluntad de hacerlo. Y poco a poco se nos fue agregando gente de forma que hemos acabado haciendo un equipo muy sólido, a partir de la mera voluntad de trabajar juntos.
Sorprende que saltes sin red, sin el apoyo público…
No me atreví… La alternativa a eso hubiera sido llamar a la puerta de alguna institución y decir voy a dirigir. Pero tampoco sentía que mereciese esa confianza. Quizá después de este primer trabajo, en un segundo capítulo… Estaba probando hasta qué punto esa ilusión no era ilusoria, vana. He disfrutado mucho porque dirigir es escribir de otro modo.
Ahora que tu nombre se oye mas que nunca en diferentes proyectos de cine y teatro: ¿cómo de permeable eres con tus textos?
Intento que sean muy abiertos y que sin embargo en ellos esté lo innegociable, pero que sea tan escaso como sea posible. Son rachas. De pronto, todo coincide a la vez. El teatro es reunión y por eso me gusta que un trabajo sirva para eso. Yo escribo para eso, y me gusta que otros creadores hagan su trabajo sobre ello.
Rafa Romero de Ávila - Revista Godot